jueves, 20 de marzo de 2008

LA CRUZ, SIGNO DE CONTRADICCIÓN



En estos días hay algo que es, junto a la imagen de Jesucristo, central en todas las celebraciones: LA CRUZ; y es que a Jesús no se lo puede mirar sin ella, pues el momento en que lo hacemos, ambos quedan incompletos: un Cristo sin cruz es un muñeco de espectáculo y una cruz sin Cristo es... en eso quería detenerme un momento, porque todos tenemos la tentación de querer separarlos: todos sentimos el deseo con frecuencia de decirle: "bájate de esa cruz y hablamos" o por el contrario mirar la cruz vacía y huir de ella o degradarla.
El "dúo" JESÚS-CRUZ es algo que a todos echa para atrás, pero es tan clave en la fe cristiana que, cuando los disociamos perdemos todo lo que tenemos.
En tiempos de Jesús la "cruz" era el signo del máximo fracaso al que un hombre podía llegar, estaba reservada para los seres más indeseables, para aquellos que se les consideraba indignos de que la tierra los acogiese y por eso se les dejaba colgados, para que se los comiesen las aves de rapiña. Era el signo de castigo más horroroso que se podía imaginar.
Cristo cambia por completo su significado, lo mismo que hace con todo: el trabajo que era cosa de esclavos lo convierte en servicio, como expresión normal del amor, y el servidor lo pone por encima del servido, ¡cosa lógica!; la autoridad la hace derivar de la adhesión a la verdad y no el resultado de la tenencia del poder y en consecuencia la convierte en servicio y le quita la capacidad de opresión.
La CRUZ es manifestación de Cristo y viceversa porque expresa la cualidad más grande de Jesús: El es LA LIBERTAD hecha persona.
Cuando Jesús se plantea su proyecto del "Reino", hace "desierto" en su vida, se retira y prepara su programa. Como a todo hombre le asaltan tentaciones de todo tipo: la de la efectividad, la de la comodidad, la del triunfalismo, la del poder y la capacidad de someter, la de la desidia pensando que no vale la pena, la de creer que si no tienes el poder no puedes hacer nada y, por fin, la de la seguridad que da el dinero... nada de esto lo dobló, ante nadie se arrodilló.
Como no pudieron con Él y no lograron que se arrodillara ante ningún poder establecido, le atacaron por su doctrina: decían que levantaba al pueblo, que era revolucionario, que desestabilizaba el orden establecido, que era un elemento peligroso, que era un mago y un embaucador de la gente sencilla.
Tampoco esto lo echó para atrás y le atacaron a su persona diciéndole que era un endemoniado, un blasfemo, un loco, un estafador, un comilón y un borracho...
Ni aún así le hicieron retroceder ni meterle miedo; su dignidad la mantuvo por encima de todo y tuvo la valentía de retarles a que le demostraran que había hecho algo mal y no pudieron hacerlo.
Como vieron que no lo pudieron doblegar ni hacerle que tuviera miedo, se fueron directamente a por Él. Le dieron posibilidades de rectificar, de agachar la cabeza y doblegarse ante la corrupción, pero no lograron el desviarlo de su rectitud y lo condenaron a muerte.
Todavía quedaba una última posibilidad de atacarle en su dignidad: morir de una forma un poco más digna, pero ni siquiera la cruz lo hizo retroceder y subió a lo alto del madero con la cabeza alta, sin que lo hubieran doblado ante la mentira, la injusticia, el odio o la explotación. Afrontó la cruz de la misma manera que había afrontado toda su vida. Lo mataron, lo rompieron, lo dejaron sin figura humana, pero no lograron arrancarle su libertad. Murió como un valiente.
Por eso la cruz, desde ese momento, se convierte en el signo máximo de libertad, el signo de los valientes, el camino de todo triunfo: morir en libertad es vivir en el amor y en consecuencia resucitar, porque la libertad no se puede matar.
Sin embargo, este proyecto de libertad que muestra la persona de Jesús es algo que entusiasma, pero que echa para atrás, a la hora de ponerlo en práctica y es entonces cuando nos entran ganas de decirle: "bajate de ahí" y hablamos con un Cristo que no exige, que condesciende con todo -cosa que no hizo nunca-, que lo dulcifica todo, que da por válido todo... y la cruz la dejamos a un lado como una joya que adornamos y la regalamos como algo decorativo y hasta como algo que expresa la capacidad económica que tenemos, como un signo de ostentación.
Desligada de Cristo también se la ha puesto como empuñadura de la espada para someter; no es, precisamente, el signo del amor y de la entrega sin condiciones, y menos aún de libertad que Cristo le dio.
También se la ha utilizado para adornar la corona de los reyes y de los emperadores, como signo del poder que, precisamente no logró doblar a Jesucristo.
También se la utiliza como signo para condecoraciones de todo tipo, muchas de ellas muy distantes de la libertad que en ella conquistó Jesús para todos.
Al mismo tiempo la cruz separada de Jesús la hemos empleado para otros muchos menesteres:
-Como amuleto para que nos libre de enfermedades y desgracias y hasta para que nos traiga "buena suerte"
-Otro sentido más cercano al que tenía antes de que Jesús fuera clavado en ella es el que le seguimos dando considerándola como el signo del dolor, de la desgracia, incluso del castigo que Dios nos manda por una enfermedad o por algo desagradable que nos ha ocurrido, hasta considerarla como signo de un desajuste matrimonial, con lo que el soportarse es considerado una cruz.
Podríamos hacer una lista larguísima de significados que le damos a la cruz cuando la separamos de Cristo y que evidentemente ninguno de ellos nos sirve, a no ser en ciertos momentos como una pequeña razón de conformismo, pero es triste ver cómo le hemos vaciado toda la fuerza de liberación que tiene.
Pienso que uno de los grandes problemas que tiene la iglesia de nuestros días y de todos los tiempos es el caer en la tentación de mirar la cruz sin Cristo y a Cristo sin la cruz